Había una vez, un hombre muy esmirriado llamado Steve, a
quien sus padres habían echado de casa porque tenía treinta y cinco años,
estaba soltero y no tenía trabajo. Un día, fue a buscar trabajo para que sus
padres le volviesen a acoger en su casa y se dirigió hacia las piscinas
contaminadas de la ciudad a pedir un puesto de socorrismo. Nadie iba a esas
piscinas porque todo el mundo sabía que tenían todo tipo de tóxicos en las
aguas, pero la empresa nunca había hecho nada por limpiarlas. Pensó, que encontrar
un puesto allí sería muy fácil.
Cuando llegó, pidió y rogó por el puesto de mil maneras
distintas pero se lo negaron. Enfadado, empezó a andar rápidamente hacia la
salida, con la mala suerte de estar andando por el borde de la piscina y
tropezó, cayendo al agua contaminada. Trago cantidades sobrehumanas de agua
tóxica, haciéndole crecer al instante un gran trasero y varios granos enormes
en la cara. Una vez fue rescatado, sus ansias de venganza crecieron y todos los
que estaban allí, veían que cada vez que se enfadaba mas, ciertos gases se
asomaban por su parte trasera, ahogando a todo aquel que los oliera. Así pues,
cegado por el odio de que nadie le tomaba en serio (ni siquiera sus padres), se
convirtió en el villano de la ciudad bajo el apodo Doctor Pestilencia,
vengándose con sus gases traseros.
Un niño de apenas quince años, fue a la central nuclear
donde trabajaba su padre. En esa central, trabajaba el dueño de las piscinas
pestilentes en las que se había caído el Doctor Pestilencia. Mientras corría hacia
su padre y sin cuidado alguno de las medidas de seguridad, un bidón de residuos
tóxicos naturales cayó al suelo. Le salpicó toda la cara y sus extremidades,
dándole un poder sobrenatural que le convirtió en un hombre-arbusto. Le salían
ramas por las manos y hojas por todo el cuerpo. Su gran poder era la
fotosíntesis extracelular (que como narrador no sé lo que significa, pero suena
muy bien).
La CIA lo contrató para luchar contra el Doctor Pestilencia
(solo lo hacía por dinero y por cobrar más que su fracasado padre), utilizando
su poder, para purificar sus horrorosos gases. La batalla comenzó una mañana y
terminó varios meses después, ya que el Doctor Pestilencia tenía una buena
reserva de gases tóxicos y la fotosíntesis, que lleva su tiempo, alimentaba al
hombre-arbusto generándole un gran empacho y energía. Media población murió por
los niveles de contaminación, pero al final, el bien triunfó. ¡LARGA VIDA AL
HOMBRE-ARBUSTO!